Explorando herramientas para las nuevas generaciones y sus posibilidades de cambio. El rol de la
educación como estimuladora de la creatividad y generadora de habilidades y aptitudes más abarcativas.
Por Claudio Pairoba*
Nate, un joven bailarín graduado de una escuela de arte en los EE.UU., contaba su historia como hombre de negocios. Luego de sufrir una lesión en un pie, sus sueños en el mundo de la danza quedaron truncos. Necesitado de un trabajo consiguió un puesto entregando correo en un banco. Con el tiempo fue escalando posiciones y llegó a convertirse en un alto ejecutivo de una innovadora compañía financiera. Nate contaba que además de trabajar duro para lograr su ascenso, gran parte de sus logros se debía a haber sido bailarín. La férrea disciplina aprendida en ese arte le sirvió al momento de abocarse a conseguir sus objetivos en un territorio totalmente nuevo.
Recientemente, en un encuentro científico, escuché que los alumnos que cursaban los años intermedios de una escuela técnica secundaria consideraban que estaban “atrapados”: lo único que podrían estudiar una vez concluido el colegio secundario era una carrera técnica.
Estas dos historias contrapuestas dispararon varias preguntas: ¿qué estamos aprendiendo cuando aprendemos? ¿Solo conocimientos específicos o algo más? ¿Estamos perdiendo de vista otras cuestiones tales como formas de trabajo, disciplina, organización y autoconocimiento de fortalezas y debilidades? Un grupo de docentes nos cuentan sus visiones y experiencias.
Del mundo del baile al mundo de las finanzas: ¿qué hay detrás de una transición exitosa? |
Cambio y permanencia
María Isabel Pozzo, docente universitaria e investigadora en Ciencias de la Educación, confiesa haber dado varios rodeos en su carrera, por lo cual se identifica con el planteo de las dos historias. “La primera historia es hermosa: tiene un componente destacable de resiliencia que convierte la adversidad en motor de búsqueda, especialmente necesario en los tiempos que corren” destaca. “Igual, no se agota en lo melancólico, sino que puede dar tips sobre propuestas innovadoras y la complementariedad de los saberes” agrega.
Al mismo tiempo, confiesa tener una visión distinta del tema. Su hija concluyó su formación en una escuela técnica y, al igual que muchos de sus compañeros migró a carreras radicalmente diferentes. Al mismo tiempo, otras amistades provenientes de bachilleratos no técnicos eligieron carreras como arquitectura, biotecnología, ingeniería, con sus consecuentes dificultades. “Mi consternación (a nivel social, de sistema macro) se debe a pensar que aquellos egresados de escuela técnica que están formados para afrontar una carrera afín, no capitalizan sus aprendizajes, sea por cuestiones vocacionales o por hartazgo de lo que aprendieron. Es así que vemos tanta carencia de profesionales en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que da lugar a tanta preocupación a nivel mundial con su consecuente traducción en literatura científica”, reflexiona.
A pesar de estas cuestiones María Isabel rescata los aprendizajes recibidos. “Los graduados de estas escuelas técnicas aprovechan otros tipos de aprendizajes, como ser el trabajo metódico y ordenado, la tendencia a la búsqueda de causas, etc. Por lo tanto, efectivamente "aprendizajes" no deberían ser asociados limitadamente a conocimientos, y mucho menos a conocimientos fácticos, sino también a procedimientos, hábitos de estudios, formas de vincularse con la realidad, etc.” concluye.
Eduardo Ceccarelli, docente universitario e investigador coincide con María Isabel. “No coincido con la idea de que si uno estudió determinada asignatura, ciencia o conocimientos, esos son una traba para perseguir otro tipo de conocimiento” comienza diciendo. “Al contrario, si uno ha ejercitado su cerebro, si se ha preparado en cualquier rama del conocimiento, esa capacidad de enfrentarse a problemas, de interpretar cosas y brindar soluciones a problemas inesperados es válido para cualquier ciencia y nos sirve” destaca agregando que “el ejercicio intelectual, independientemente de cual sea, sirve para que el individuo se prepare a enfrentar problemas”.
Por su parte Gerardo Salemi, docente universitario, psicólogo y abogado, se enfoca en la gestión de habilidades y recursos. Considera que “el bailarín evidentemente ha desarrollado sus hábitos a través del baile en cuanto a la gestión de los recursos personales, a la persistencia, etc. Y además ha sabido trasladarlos cuando la vida lo puso en una situación de crisis a situaciones diferentes al baile y que le han posibilitado seguir adelante en la vida.”
El
enfoque educativo
Las situaciones planteadas ponen la lupa en el proceso educativo, esa estructura dinámica que forma a los estudiantes para desenvolverse en el mundo.
Daniela Leiva, docente de escuelas secundarias y creadora del blog sobre educación “elarcondeclio.com.ar” considera que “aprender no es lo mismo que aprobar. Hoy en la Argentina, como docente de aula veo que la mayoría de los alumnos aprueba porque así lo exige el sistema. Nos movemos por números, no porque la educación sea transmisión de humanidad”. Al indagar en el componente emocional de la educación, otro gran tema para tratar, Daniela concluye que “no hay educación en emociones, hay pequeños atisbos en las provincias pero es incipiente. Aprender es hacer propio esos aprendizajes porque son míos y a la vez son universales”.
Estimular la creatividad debería ser uno de los objetivos fundamentales de la educación. |
Educando para…
La charla nos lleva a preguntarnos sobre el objetivo de la educación. Una concepción general asocia a la enseñanza como orientada a conseguir un empleo.
Leiva estima que “si invertimos en educación solo para la fuerza laboral es básicamente igual a invertir en una máquina, y las personas no somos un número en las estadísticas, tenemos identidad. La educación da equidad a las personas”.
Salemi también conecta educación y trabajo en su análisis, y la idea de máquina vuelve a aparecer. Recuerda el concepto de “indusrealidad” planteado por Alvin Toffler en su libro “La tercera ola” en el cual planteaba que seguimos concibiendo la realidad de modo industrial. Tal es así que es habitual encontrar términos de la mecánica en otros campos no relacionados: fuerzas/contrafuerzas/presiones (Freud), pesos y contrapesos (Derecho Constitucional), y la concepción del cuerpo humano como una máquina (medicina) por nombrar solo algunos ejemplos.
“La educación ha quedado entrampada en esa indusrealidad” analiza. “El modelo industrial le pedía a la educación que cumpla con tres finalidades fundamentales: 1. Generar hábitos y capacidades para soportar el aburrimiento, la rutina y la monotonía. La educación era aburrida y monótona porque la máquina requería de trabajos monótonos. 2. Puntualidad: la máquina necesita una operatoria constante, puntual, siguiendo ciertos pasos rituales con precisión y en tiempo. 3 Disciplina: la máquina requería que se cumplan estrictamente sus pasos y nadie tenía por qué ponerse a ser creativo en su uso” reflexiona el docente.
Pasando de lo que se hace en educación a lo que sería deseable, Ceccarelli aporta que “no solamente tenemos que brindar conocimiento, elementos específicos, sino también posibilitar que el individuo genere sus propias herramientas, proveerlas, permitir que las incorpore y las utilice”.
La especialización excesiva, tema que aparece a medida que se avanza en la formación profesional es algo sobre lo cual Omar Fojón, docente e investigador, llama la atención. “La educación tiene que darte las herramientas que te permitan abordar de la manera más amplia posible cualquier disciplina. El tema ya no está tan compartamentalizado”, enfatiza. Aparece entonces el tema de la interdisciplina: “En las instancias más generales hay que aprender herramientas que te permitan trabajar en otras disciplinas, para abordar la interdisciplina. Es fundamental”, considera.
La educación como creadora de hábitos positivos
Interpretar cada situación con sus particularidades, sin buscar aplicar una receta que sirva para todo, solía decir un profesor. A esto debería apuntar el proceso educativo, incorporando comportamientos (hábitos) que se constituyan en parte de las herramientas con que un individuo puede responder de manera casi instintiva, sumándole conocimientos teóricos y experiencias prácticas, ante una situación específica.
La reflexión de Ceccarelli apunta en ese sentido. “El conocimiento inicia un camino. Posteriormente, la experiencia acumulada a través del ejercicio repetido de la actividad va generando mayor formación y mayor conocimiento” describe. “En algún momento, frente a una situación que uno tiene que resolver, no pone solamente conceptos estudiados de un libro, sino que aplica todo ese bagaje de herramientas y experiencias que fue acumulando a través del tiempo y que no son una solución específica, sino la capacidad de interpretar de una manera más amplia una situación” concluye el investigador.
El hábito permite que nuestra mente no pierda tiempo en cuestiones menores, quedando más libre para crear, según nos cuenta Salemi. El tema ha llamado la atención de numerosos autores, incluyendo a William James, padre de la psicología norteamericana.
“Hasta que no tenemos el hábito, por ejemplo de conducir un auto, nuestros recursos mentales están abocados a los pasos más sencillos y esto nos impide pensar con creatividad. Desarrollar todos nuestros potenciales. Nuestros recursos psíquicos descansan mucho en los hábitos, que se van haciendo, como decía Aristóteles, una segunda naturaleza”, nos recuerda el docente.
Salemi agrega que una de las funciones de la educación es formar a las personas como agentes del cambio desde la creatividad. “En este tipo de situación la educación tiene que formar para la creatividad, que es esa facultad que incluso nos hace aplicar lo que conocemos en nuestra experiencia anterior a situaciones totalmente nuevas”, de manera similar a lo que ocurrió en el caso del bailarín. La creatividad permite generar nuevas formas de hacer a partir de procedimientos ya conocidos pero aplicados en nuevos contextos. Como destaca el psicólogo, “la educación tiene una importante finalidad en todo esto”.
Estudiantes secundarios: ¿un camino imposible de cambiar? |
Educación y pandemia
En su análisis, Salemi considera que el concepto de indusrealidad se ha puesto en jaque en tiempos de pandemia. Trabajar de modo acostumbrado, amontonando gente en oficinas hubiera sido catastrófico. Pero la virtualidad y la robótica vinieron en auxilio.
De igual manera, entiende que la virtualidad también tiene sus bemoles, si bien debe ser incorporada en los nuevos enfoques. “Esto no quita los problemas que genera en el mercado de trabajo toda esta situación. Pero también es cierto que la educación debería hacerse cargo de que el mercado de trabajo no está requiriendo estas cuestiones que requería el industrialismo”, reflexiona.
Puesta a prueba por la pandemia, la educación se da, además, en un contexto de cambios marcados en los comportamientos: déficits de atención que han disminuido drásticamente, jóvenes acostumbrados a realizar distintas tareas al mismo tiempo y contenidos complejos que deben transmitirse de nuevas maneras.
Como dice Fojón, “estamos en una etapa de transición y no sé hacia dónde va a evolucionar nuestra forma de pensar”. El docente considera que los razonamientos lógicos están complicados en una cultura marcada por la inmediatez de las redes sociales. Al mismo tiempo, podrían aparecer otros tipos de razonamientos en los cuales se tiende a “tener todo presente en el instante”, reflexiona el investigador. “Los estudiantes son capaces de realizar tareas simultánteas (“multitasking”), donde miro la tele, leo el libro y hago el ejercicio. No sé cómo será en el futuro pero sí que estamos atravesando una etapa de marcada transición”, concluye.
Nada es para siempre
De la charla con los docentes surge que el proceso educativo debería aportar modos generales de abordar distintas situaciones, tal vez tomando cierta distancia de la especificidad y apuntando a un enfoque más universal de las distintas experiencias que se presentan en el transcurso de la vida.
Si bien es esperable que la educación avance en aportar maneras de razonar y hacer que permitan enfrentar una amplia variedad de circunstancias, también sería deseable que los estudiantes tengan en claro que nada está escrito en piedra y que, de ser necesario, no solo pueden sino que deben cambiar el rumbo si esperan transitar una vida productiva y satisfactoria para ellos y su entorno.
*Bioquímico,
farmacéutico y doctor por la Universidad Nacional de Rosario. Master en
Análisis de Medios de Comunicación y Especialista en Comunicación
Ambiental. Miembro de la Escuela de Comunicación Estratégica de Rosario y la Red Argentina de Periodismo Científico. Acreditado con la American Association for the Advancement of Science (Science) y la revista Nature.
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¡Excelente trabajo Claudio!!! No es excepcional que así sea!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!
EliminarGracias por esta nota tan linda e inspiradora.
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